Para la preparación debes considerar tener los siguientes elementos a mano:
- Agua tibia.
- Un cubo o recipiente grande.
- Un detergente suave o líquido para lavalozas
- Un paño suave o esponja no abrasiva.
- Un cepillo de cerdas suaves.
- Toallas o trapos limpios.
Utiliza una escoba de cerdas suaves o un plumero para quitar el polvo suelto de la pared. Esto ayudará a evitar que se extienda por la superficie durante la limpieza.
Llena el cubo o recipiente grande con agua tibia y agrega una pequeña cantidad de detergente suave o lavalozas. Mezcla bien hasta que se forme espuma.
Antes de aplicar la solución limpiadora en toda la pared, prueba en un área pequeña y discreta para asegurarte de que no dañe la pintura ni cause decoloración.
Sumerge la esponja o paño en la solución limpiadora y exprime el exceso de agua. Limpia la pared con movimientos suaves y circulares, trabajando de arriba hacia abajo. Presta especial atención a las áreas más sucias.
A medida que limpias, enjuaga la esponja o paño regularmente en el cubo con agua limpia. Esto ayudará a evitar que se transfiera la suciedad de nuevo a la pared.
Si encuentras manchas o marcas persistentes en la pared, puedes usar un cepillo de cerdas suaves para frotar suavemente la zona afectada. Asegúrate de hacerlo con cuidado para no dañar la superficie.
Una vez que hayas limpiado toda la superficie, enjuaga la pared con agua limpia. Puedes hacerlo utilizando un paño o esponja limpia humedecida con agua, o puedes utilizar una botella rociadora para enjuagar la pared.
Paños limpios para secar la pared. Asegúrate de eliminar cualquier exceso de humedad para evitar la formación de manchas de agua.
Recuerda que estos pasos son una guía general y pueden variar dependiendo del tipo de pared y la pintura utilizada. Si tienes alguna duda o la suciedad persiste, siempre es recomendable consultar las instrucciones del fabricante o buscar la ayuda de un profesional.